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    Capilla de la Virgen de la Esperanza  
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El ábside extremo del lado de la Epístola lo ocupa la Capilla de la Virgen de la Esperanza, cerrada por una espléndida verja del hierro del siglo XV. En su interior contemplamos el monumental retablo de la Virgen de la Esperanza y el Sepulcro del Canciller Villaespesa.



La ejecución de este monumental retablo gótico se debe a un encargo personal del Canciller Francisco de Villaespesa. Es una de las obras cumbres de la catedral de Tudela, realizado en estilo gótico internacional por el pintor aragonés Bonanat Zahortiga.



Se muestran en el banco diversas escenas de la Pasión y en el cuerpo se desarrollan tres ciclos diferentes. En la calle de la izquierda y de arriba a abajo se representan escenas de la vida de San Francisco. El segundo ciclo, que se desarrolla en la calle central y en las entrecalles que la flanquean, se compone de escenas de la vida de la Virgen en relación con la tabla de la titular de la Virgen de la Esperanza con retratos de los donantes -Francisco de Villaespesa e Isabel de Ujué-. El tercer ciclo, correspondiente a San Gil, ocupa la calle derecha.



Se completa la iconografía con las figuras de los Evangelistas y Cristo resucitado en Majestad que sirven de remate a las distintas calles y entrecalles, así como con las figurillas de santos de las entrecalles, los Profetas portando filacterias situadas en los laterales del guardapolvo y las cabezas de querubines que se disponen en las franjas horizontales del mismo.



En el interior de esta Capilla de la Esperanza de la Catedral de Tudela, adosado al muro del Evangelio, se halla el magnífico sepulcro del Canciller Francisco de Villaespesa, muerto en 1421, noble eclesiástico de origen aragonés que llega a Navarra en el séquito del Cardenal Don Pedro de Luna -legado de Clemente VII donde se casa en 1396 con Isabel de Ujué.



El sepulcro es una monumental obra en alabastro policromado que responde al estilo gótico de comienzos del siglo XV, cuyo antecedente más directo se encuentra en el monumento funerario de Lope Fernández de Luna realizado por Pedro Moragues en la Seo de Zaragoza a finales del siglo XIV.

Tradicionalmente se viene atribuyendo el sepulcro tudelano al taller de Jehan de Lome de Tournay, autor del de Carlos III el Noble de la Catedral de Pamplona y a quien se adjudica también el de Sancho Sánchez de Oteiza en la misma catedral, opinión que sostiene también Steven Janke. No obstante, el monumento tudelano presenta caracteres estilísticos más avanzados, merced a los cuales la crítica reciente apunta también los nombres de Juan de la Huerta o Guillén Sagrera como posibles autores.

Responde este enterramiento al tipo de arcosolio, con gran arco conopial que alberga el lecho funerario con las figuras yacentes, destacando en todo el conjunto la riqueza decorativa e iconográfica que cubre toda la superficie, disponiéndose los temas figurativos del interior en tres franjas paralelas de manera similar a los retablos. Se completa este magnífico marco por tracería flamígera y arquillos lobulados, así como por los escudos de los difuntos situados a ambos lados del coronamiento.

El lecho sepulcral se presenta también profusamente adornado en su frente mediante ocho arquillos lobulados que cobijan figuras encapuchadas en actitud llorosa. Sobre la cama aparecen los yacentes, rígidamente dispuestos, que apoyan la cabeza sobre un cojín y descansan los pies sobre un león y un lebrel. En la losa sepulcral se desarrollan también las inscripciones fúnebres.

En el muro del fondo se suceden diversas escenas de gran naturalismo y riqueza de actitudes, representándose el cortejo fúnebre en el cuerpo inferior; en la zona media se desarrolla la Misa de San Gregorio a la que asisten los propios difuntos y sus familiares y el remate está ocupado por el tema de la Santísima Trinidad incensada por un par de ángeles arrodillados sobre nubes y rodeados de serafines.

 
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